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Letra

La vida es una cárcel de sufrimiento infinito
y solo cuando mueras encontrarás el alivio
nacer para morir, vivir para sufrir
con la esperanza de que lleguen buenos tiempos.

Muchos creyentes dicen que soy el diablo
están viendo a su dios siendo asesinado
y mis palabras les inducen a matarlo
pero ¿quién soy yo para deshacer su ilusión?

Tengo las manos metidas dentro del tórax
están buscando ciegamente un corazón,
cuando me canse las sacaré ennegrecidas
vaya, parece que alguien jugó con carbón.

Maldita metamorfosis decadente
retroceso constante fruto de esta evolución,
maldito mundo lleno de cadáveres
maldita sea esta cierta y sombría visión.

¿En qué momento ese niño soltó mi mano?
¿en qué momento este hombre se ha quedado solo?
¿en qué momento los momentos se tornaron fríos recuerdos?

Ha pasado todo tan rápido
que ahora la ilusión no es más que una ilusión,
un espejismo en un desierto de existencia
ahora que la vida no nos ciega con su falsa luz
esperaremos que el tiempo dicte sentencia.

En este complejo corredor de la muerte
donde las cosas que fueron ya no serán
donde el sentido se ha perdido
es tan absurdo cada segundo de este respirar.

En este complejo corredor de la muerte
donde las cosas que fueron ya no serán
donde el sentido se ha perdido
es tan absurdo cada segundo de este respirar.

Análisis Lírico

En esta obra Solitario se muestra en una etapa de su trayectoria en la que la desesperanza adquiere un tono de lucidez resignada. Desde 2014 viene trazando una línea donde la vida aparece como condena y la muerte como única liberación pero aquí la metáfora se amplía y ya no es solo él quien sufre, sino un "mundo lleno de cadáveres". El lenguaje visceral ilustra un proceso de autopsia emocional, la búsqueda de un sentido vital en medio de la descomposición.

Este poema también refleja un cambio en su postura frente a la religión. Si en obras anteriores se dirigía con rabia contra la idea de Dios, ahora introduce una distancia crítica al preguntarse "¿quién soy yo para deshacer su ilusión?", señal de un escepticismo menos combativo y más introspectivo. De igual modo, la evocación del niño que suelta su mano marca un giro en su narrativa: la pérdida de la inocencia y la compañía se convierte en núcleo emocional, un eco de "Quién" donde ya abordaba la infancia perdida.

El estribillo repetido funciona como mantra y condena: "en este complejo corredor de la muerte" describe una existencia estática donde nada vuelve a ser, reforzando la idea de ilusión como espejismo. Sin embargo, esta repetición no es solo lamento, sino también un ejercicio de conciencia. Solitario no se presenta aquí como víctima pasiva, sino como testigo lúcido de un tránsito inevitable. La obra se integra en su evolución como artista al ser menos explosivo que en 2016, pero más introspectivo y consciente del desgaste, plasmando una madurez amarga en su diario lírico.