Muerte dulce

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Análisis

Nos ofrece un retrato descarnado de su batalla con la vida y la muerte. El texto se abre con una súplica de razones para no acabar con todo, dejando ver que el suicidio no es una idea pasajera sino una presencia constante en su mente. El corazón en barbecho, los sentimientos arrastrados por el viento y la imposibilidad de encontrar ternura en el mundo lo colocan en un estado de vacío absoluto. La vida se le presenta como una carga injusta, como si desde su inicio hubiese venido acompañada de armas para acabar con él.

La repetición del estribillo sobre cerrar ventanas y abrir la puerta ilustra la tensión entre aislarse y buscar salida, en un entorno descrito como un "averno níveo", un infierno congelado donde el fuego ya no calienta. La metáfora del cigarro consumiéndose sintetiza la conciencia de estar viviendo una existencia que se gasta sin sentido ni disfrute. La paradoja final, en la que la "muerte dulce" se torna amarga, refleja la imposibilidad de hallar alivio ni en la vida ni en la idea de morir.

Este poema confirma el tránsito de Solitario hacia un existencialismo maduro, en el que su voz ya no solo expresa sufrimiento, sino que analiza su propia incapacidad de encontrar lo luminoso. En este inicio de 2016, su evolución muestra una radicalización de la oscuridad, pero también una lucidez que convierte su dolor en reflexión filosófica y poética.

Letra

Dame una excusa para no volarme los sesos,
dame otra para no arrepentirme luego,
el corazón en etapa de barbecho,
esperando que se siembren emociones, sentimientos,
que no tengo, se los ha llevado el viento...
como aquél globo que se nos fue de pequeños,
y voló, y voló lejos...
al menos ese iba en dirección al cielo.

No como toda esa cantidad de "tequieros"
que se quedaron abajo, esperando su momento,
y de momento no los veo venir,
ni aún forzando la vista para intentar mirar más lejos.

Estuve sufriendo lo que no esta escrito,
me puse a escribir y aún no está nada escrito,
sé que jamás alcanzaré el ser feliz,
me lo dijo un cuervo, yo no hablo con pajaritos.

Qué fácil es la vida cuando viene sola,
a mí debió venirme con el pack una pistola,
y un par de balas por si la primera falla,
por si la muerte me falla, como ya lo hizo la vida.

Calla ya y para ya de martillar mis heridas abiertas,
me duele el alma como si no la tuviera,
como si ya la tuviera muerta,
pero no puedo parar de perorar sobre este mal que me atormenta...

Cierra las ventanas, abre la puerta,
que no entre el frío, pero que salga de esta,
si es que la oscuridad es tal que ya ni veo,
en este averno níveo donde el fuego se me oculta.

Cierra las ventanas, abre la puerta,
que no entre el frío, pero que salga de esta,
si es que la oscuridad es tal que ya ni veo,
en este averno níveo donde el fuego se me oculta.

La vida se me consume como un cigarro
del que yo nunca he fumado por pensar que eso era sano,
¿de qué me vale llegar a los cien si llego?
si alcanzo casi veinte y aún me siento acorralado.

Los problemas que me asfixian se expanden como el gas butano,
esta muerte dulce me está amargando,
sé que lo poco que me queda no será aprovechado,
y que he pecado de no cometer pecados,
que los buenos tiempos se fueron sin haber venido,
o son invisibles, porque nunca los he visto,
quizás soy ciego de ese ojo que ve el lado positivo,
y he perdido los estribos de mí mismo...
que los buenos tiempos se fueron sin haber venido,
o son invisibles, porque nunca los he visto,
quizás soy ciego de ese ojo que ve el lado positivo,
y he perdido los estribos de mí mismo...

Cierra las ventanas, abre la puerta...
Solitario, ¡puta!, 2015.
No, no, no, no, no... de ese lado positivo
y he perdido los estribos de mí mismo.